Sarah Hanan, embarazada de siete meses con su primer hijo, recibió una llamada al día siguiente de hacerse un examen de rutina para descartar todo, incluido el cáncer:
"Una dos semanas antes estaba sentada en el sofá con mi esposo, Ben, y noté algo duro en uno de mis senos", le cuenta a la BBC.
Se lo hizo examinar y las noticias no eran alentadoras.
"En 24 horas pasé de estar emocionada por nuestro bebé a ser diagnosticada con cáncer", recuerda Sarah, quien dice que pasó a sentir como todo se detenía.
El esposo, Ben, recuerda el susto que sintió y que el cáncer era bastante agresivo.
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Quimioterapias
"Todos los doctores nos decían que, hasta donde ellos sabían, la quimio iba a afectar negativamente al bebé. Pero en realidad no teníamos otra opción".
Teorías indicaban que no había problemas, pero a Sarah no paraba de preocuparle.
"Quería poder criar a mi hijo. Quería estar ahí para él. Así que quería que mis posibilidades de supervivencia fueran lo más altas posibles", explica a la BBC.
Cree que, en comparación con los primeros meses de embarazo, la quimioterapia fue sencilla.
En enero nació Noah, un saludable varón: "Agarró mi dedo meñique y ese fue el momento en que todo se volvió realidad. El momento en que nos convertimos en padres" cuenta a la BBC.
Lo que la entristece es no poder amamantar. El riesgo de otro tumor la impulsó a hacerse una mastectomía doble.
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